En dos ocasiones un amigo y una desconocida me dijeron lo importante que fue para ellos que les pusiesen algunas trasfusiones de sangre, de cómo se sentían tras recibirlas, incapaces de definirlo con palabras reflejaban con admiración cómo sus cuerpos recuperaban fuerza y sensaciones positivas. Seguían vivos, y mientras respiraban y se movían, la ilusión de vivir les aupaba. Seis años después, mi amigo moriría por la leucemia, la chica sigue entre nosotros, recuperada y deseosa por donar por vez primera un poco de su sangre.
Los donantes de sangre y/o médula son el remedio y esperanza de muchísimos enfermos y accidentados, donde ellos están, nunca falta solidaridad, altruismo y amor. Quien dona lo sabe en su interior, por sus venas hay mucha vida y en su altruismo y voluntariedad quiere compartirla, este es buen momento, es Navidad, fiestas, reuniones, desplazamientos, accidentes, y las enfermedades persisten y olvidamos donar porque queremos divertirnos, así, antes de disfrutar de estos días, recuerda donar primero sangre y plasma, ellos también tienen derecho a disfrutar de sus vidas aun dentro de una triste habitación de hospital.
Vivir es meterse en la vida, donar es un deber, recibirla un derecho, permíteles estremecerse cuando tu líquido preciado les espolea y sienten que pueden saborear el mundo. Comparte tu pasión por donar sangre, nunca te arrepentirás de donar, el avance de sus vidas sale de tu corazón. El tren de la vida sigue su marcha, y tú, querido donante, sientes en tu piel esos dedos donde permanecen todas sus caricias. Siempre te estarán muy agradecidos aunque no te conozcan, por eso compartes tu sangre donada, pues no cuesta nada y a ellos en recibirla les va la vida. Es Navidad, felicítales con tu bolsa de sangre, plasma o plaquetas.
Moisés Aparici Pastor