Me ha emocionado la noticia de un niño con Covid, que le ha construido una mascarilla al ratoncito Pérez para que cuando vaya a su casa a recoger el diente que se le ha caído, no se contagie. Si un niño es capaz de preocuparse por un ser irreal ¿nosotros no podemos ignorar los llamamientos angustiosos de los hospitales de falta de sangre para trasfundir? El hedor de la rutina nos aplasta, el Covid, sus muertes y contagios nos angustia, y todavía no percibimos con nitidez el murmullo ahogado de enfermos Y/o accidentados en tanto su corazón permanece desbocado por la incertidumbre de si podrán recuperarse o no.
En mi condición de Mérito Nacional de España a la Donación Altruista de Sangre, cada día me cuesta más publicar alguna carta alusiva al tema, el tema no genera preocupación informativa, la sociedad da por amortizada esta causa. No falta sangre en los hospitales y nadie pierde la vida por falta de sangre. La causa de las colectas de sangre es trasparente, limpia, altruista y necesaria. Todos conocemos de alguien que ha necesitado alguna trasfusión, y no nos quedamos indiferentes, un río de emociones nos invade, y no podemos permanecer impasibles.
Esta es una causa noble, cuyos principios éticos en la donación de sangre pasan por la libertad, voluntariedad, altruismo, gratuidad, anonimato, solidaridad y responsabilidad. Su avance hace que nos relajemos, y encima ahora el Covid nos acobarda a la hora de donar sangre, pero, así como la calma de la noche anuncia el descanso, cuando los Centros de Transfusión demandan falta de sangre, debemos movilizarnos y poner nuestro brazo listo para donar.
Seamos altruistas como ese niño con el ratoncito Pérez, y donemos sangre, plasma o plaquetas para nuestros enfermos, tienen cara y un gran corazón.
Moisés Aparici Pastor